Revisión Monica Ferrarini

El premio Fomenar quiere ser la ocasión ideal para comparar y hacer que dialoguen entre sí obras que son distintas por estilo, sentimiento y experiencia. Una compleja y variada propuesta artístico-cultural que aúna múltiples tendencias y dibuja una trama de diálogos entre diferentes lenguajes expresivos, encaminados a mostrar las variadas expresiones de lo contemporáneo. Los autores, que han sido cuidadosamente seleccionados, desean celebrar el virtuosismo estilístico y la
elegancia formal con obras que, más allá de su belleza estética, poseen la capacidad de transmitir cualidades expresivas únicas.

El premio en cuestión nos ha brindado la oportunidad de conocer artistas internaciones unidos por la voluntad de expresar sus contenidos de una manera directa e intensa. Experiencias heterogéneas que proceden sin duda de una búsqueda incesante de estímulos y de comparaciones innovadoras.

El ganador, el americano Rich Smukler, ofrece una fotografía de fuerte impacto emocional: el ambiente que plantea es un lugar en ruinas en el que la idea de cerrazón queda deliberadamente rota por la apertura de la ventana o lucernario que deja entrar un rayo de luz que impregna el espacio devastado. Un ambiente en el que se tiene la impresión de que alguien ha abandonado la estancia hace poco y ha dejado el asiento de estilo antiguo y
conscientemente encarado hacia la claridad, igual que el escritorio en el que descansa una antigua pluma de tinta y un libro de gran tamaño, únicos objetos intactos frente a la decadencia del conjunto, como queriendo demostrar que el conocimiento es, quizá, lo único que puede salvar al ser humano.

El segundo premio ha sido para el francés Nicolas Dehghani. La protagonista es una figura femenina captada en un momento de
sereno abandono: la naturaleza del movimiento se funde con la delicada y nada invasiva sensualidad del personaje, que el artista dibuja empleando tonos acromáticos en una perfecta síntesis de luces y sombras.

En total, los premios del jurado han sido siete: Ramandip Singh, con “Bazaar in poetry”, crea el movimiento gracias a unos trazos rápidos y decididos. El caso tipo de los bazares queda recreado sobre el fondo a base de pinceladas veloces, mientras que en un primer plano destaca el hombre con su gesto resuelto.

De gran conocimiento técnico resulta la fotografía de Christopher Paul Brown, con la que el artista trabaja y experimenta la relación entre reflejos y colores. El predominio de las cromías verdes hace que la naturaleza resulte la protagonista indiscutible del encuadre, en el que emerge una mujer que parece salir de la propia naturaleza y confundirse con ella en una unidad original y equilibrada.

En cambio, de la obra del dúo artístico formado por Sergey y Erwin Sovkov lo que se desprende es dinamismo y movimiento. La
figura masculina, inmortalizada en una pose plástica, se amalgama con el entorno que la rodea, manteniendo una autonomía en una composición de complejo recorrido, basada en la descomposición de los planos y en el uso de cromías estudiadas para crear unos perfectos puntos de luz.

De impacto realista son las esferas de la española Santi García Canóvas, que genera un dinamismo de enorme e impactante
encanto. El cristal de las bolitas se mezcla con la evanescencia del agua y los colores que hay en el interior de las mismas se disuelven en una explosión de colores que desprenden ligereza y movimiento.

Una “mano” misteriosa que entreteje los hilos de quién sabe qué artilugio es, por contra, el tema elegido por Riki Levisman, que trae a la mente un original, fascinante y moderno “Deus ex machina”. El tema se carga de simbolismo y significado, y los claros colores delinean con minuciosidad cada mínimo detalle de la figura.

Unas cromías decididas y de efecto son también las protagonistas de la obra de la austriaca Karoline Kögl. El paisaje
representado está dibujado con trazos que rozan lo abstracto, adoptando apariencias evanescentes. El blanco de las montañas se conjuga con el rojo a la derecha, que parece fluir, etéreo, como un viento intangible que deja al observador con libertad para vagar por aquel infinito maravilloso.

La obra de Carlo Sciff utiliza trazos conscientemente irónicos: del huevo, símbolo por antonomasia de la fecundidad y la
fertilidad, asoman unas piernas que se mueven sobre tacones de aguja de un estilo plenamente femenino. La jocosidad que el artista confiere a la obra quiere exorcizar “el miedo al parto”, como reza su título.

De idéntica fuerza conceptual y altura, tanto a nivel de estilo como de búsqueda, las obras de los otros veintidós artistas vienen a demostrar que el arte contemporáneo nos enseña que detrás de cada libre composición de materia, forma y colores hay mucho más que técnica y experimentación: existe la voluntad de dar vida a un sentimiento, a una intuición, existe la capacidad de traducir en imagen una idea y de saber captar y dar vida a un detalle.

Recorridos diferentes, pero únicos en su género, obras diferentes, pero de un gran impacto comunicativo, en las que cada estilo es tratado de una manera muy personal.

También los géneros tradicionalmente más clásicos, como el figurativo, asumen aspectos muy originales, como en la obra de Ernesto J. Ferriol Pérez, donde la mujer en primer plano desprende una desbordante feminidad.

La figura humana, en la obra de Jacqui Grantford, resulta evanescente y de sabor onírico: las manos y el rostro forman un todo que transmite que el esfuerzo va de la mano con el ingenio. En cambio, de una corteza parece perfilarse la figura dorada de Pierpaolo Manfrè, porque el ser humano y la naturaleza se hallen en equilibrio simbiótico.

Por su parte, el protagonista de la obra de Carolina Scardoni está captado en una posición muy natural y dibujado de una manera difuminada, mientras que el rostro de Fred Farrow parece engullido por la propia pintura.

Simétricas y espectaculares son las mujeres inmortalizadas en postura plástica de Victor Alaluf, en una “Génesis” extraordinariamente contemporánea que reafirma el papel de la mujer como creadora de vida.

Las figuras asumen trazos variados y se tiñen de realismo en “Freedom”, de Anastassia Afanasieva, donde la motocicleta está llena de minuciosos detalles, unidos a sofisticados juegos de luces y reflejos, o bien se convierten en hiperrealismo en el “Rito cotidiano” de Graziella Lizzari, que celebra un gesto absolutamente italiano.

También resultan muy impactantes los paisajes son sabor misterioso y silente, como en el caso de Alexey Anikin, o eminentemente hiperrealistas, como “Ellipse light” de Stephen McDowell, obra que produce un impacto de trascendencia y que juega, entre otros elementos, con la espacialidad y los colores, así como también el trabajo de Davide Monciatti, que parece suspendido en el vacío, un vacío que, además de físico, carece asimismo de sonido y ruido.

Y también están los paisajes de corte metafísico y simbolista, como el tema de Doron Fishbein, perfilado en el vacío, y que
parece disolverse en él, o “Militis Temporis” de Stefano Palermo, donde la dimensión espacial está dominada por la
temporal, con los relojes convertidos en delicados protagonistas.

“Birch Forest”, de Alina Kiseleva, recurre a la dimensión onírica, con un terreno que asume trazos de un movimiento
ondulante, mientras que el cuadro de Chijia He es de fuerte carácter realista, rodeado de un aura de húmeda bruma.

No faltan las obras de carácter más abstracto, como la explosión de cromías del israelí Javier Volovich, que se vuelven líquidas en un movimiento dinámico.

En el cuadro de Evelyne Frostl, las variaciones cromáticas están canalizadas de manera que generen espacios dinámicos, mientras que Sabrina Grossi encauza el color de forma que da lugar a efectos de luces cargados de energía vibrante, y Axelle Kiefferexperimenta las posibilidades expresivas del blanco con algunos trazos ágiles y rápidos que sirven para otorgar movimiento.

Los tonos fríos del azul son los protagonistas de “Memory to Frank Gehry”, de Gregory Emvy, perfilados por las líneas luminosas blancas que sugieren figuras y dibujan otros espacios.

En cambio, parece un pequeño mosaico de imágenes peculiares, que recuerda a las tiras cómicas, el trabajo de la india Jui Deuskar, y que invita al espectador a captar hasta el más mínimo detalle. Y de fuerte impacto es también la obra de Matthias Kretschmer, con proyectiles dispuestos en círculos concéntricos donde domina la luminosidad del amarillo, en una creación repleta de significados y en perfecto equilibrio estético.

Si resulta difícil, casi imposible, explicar una obra artística de manera objetiva, ésta nunca ha sido tan subjetiva como en el arte contemporáneo. Y es gracias a todo ello, y a la extraordinaria habilidad de los artistas de trasladar a la tela sensaciones inéditas e inconscientes, que el observador tiene la posibilidad de contemplar el mundo real con una mirada nueva y desde distintos puntos de vista, captando esencias exclusivas e insospechadas.

Monica Ferrarini
Comisario y crítico de arte
Roma, 2017